Poldy Bird - Corazón filigrana

Antes el corazón me servía entero, Pablo, sístole y diástole para latir tu amor. Y vos te reías burlándote un poco, porque decías que corazón es una palabra cursi, pero te gustaba, y me pasabas el brazo por los hombros, calle hacia el rio, acodarnos en la Costanera y cuchichear cómo diablos pueden tener tanta paciencia los pescadores; yo no sé para qué sirve ponerse a pescar y no sacar nada, en todo caso inventarse una costumbre o una obligación que a lo mejor es más entretenida que la pila de expedientes; pobres los que trabajan en los bancos; si yo trabajara en un banco no podría estar con vos, linda, tan linda, mirándote así y acariciándote el pelo largo en la Costanera a las cuatro de la tarde; menos mal dentro de todo que no trabajaste en un banco ni en una oficina, que en vez de escribir a máquina usabas pantalones raspados en las rodillas , no te vayas a pensar que me voy a poner galera como tu abuelo y yo te imaginaba con la galera y me hubiera gustado verte con una galera puesta, Pablo; y yo con miriñaque y capelina por el Rosedal haciendo una leve reverencia para saludar a los conocidos, mira que sos linda y te gusta pensar pavadas, con las cosas que pasan en el mundo. El mundo es así. No, no es así; nosotros lo vamos a cambiar. Los enamorados dicen que cambiarán el mundo por el solo hecho de quererse; no me digas que vos sentís que eso es verdad, vamos a casarnos, a aburguesarnos, a llenarnos de hijos y nos vamos a olvidar de todo lo que pasa en el mundo; no, Pablo, no digás eso; entonces mandá al diablo la boutique y quédate a vivir conmigo; ¿no te gusta?, ¿te parece poco una pieza y un baño en la punta del pasillo?; no, no me parece poco, me parece que lo decís nada más que para burlarte de mí. Y te reías, y me gritabas señorita burguesa mientras todos se daban vuelta para mirarnos en la calle Florida. Y te gastabas los últimos cincuenta pesos en un ramo de flores violetas y nos moríamos de frío caminando por ahí hasta las dos de la mañana, porque no teníamos para un café…
Yo no quería cambiarte, Pablo, te lo juro, ahora que podés saber la verdad de todas las cosas, ahora que no tengo que buscar palabras especiales para darle forma a mi verdad. Yo sigo trabajando en la boutique porque, aunque te rías y aunque me digas que hay un montón de angelitos gordos y sonrosados que me contemplan desde atrás de las nubes para contarle a los santos lo bien que me porto, necesito trabajar en algún lado para vivir en este mundo que no entendías ni te entendía. Yo no quería cambiarte, Pablo; convertirte en un señor importante, de galera, como mi abuelo o tu abuelo, quería simplemente lo que quieren las mujeres cuando estás enamoradas; estar con vos, casarme con vos; con libreta, chiquita, para que tu mamá no ponga el grito en el cielo. Y eso que tiene de malo. Vos también tenés prejuicios, en todo caso, porque si no te importa nada, qué te puede importar una libreta. Burguesita y miedosa. Burguesita y te quiero como un condenado. No vayás, Pablo, tengo miedo. Alguien lo tiene que hacer, miedosa, los angelitos gorditos y rosados que te espían desde atrás de las nubes me van a cuidar. Cambiar el mundo, Pablo. Yo creía que eso se hacía desde las canciones de protesta, desde las conversaciones exaltadas en los cafés. Yo esperaba tus cartas, y tus cartas me llegaban puntualmente una vez cada tres días. Vos no me contestes burguesita, esperá mis cartas solamente, no voy a poder ponerles remitente. En algunas me mandabas el pétalo de una flor o una hojita verde, yo me las guardaba bajo el corpiño, tibias, nueve horas sonriéndole a la gente y convenciendo a las señoras de que el color les queda pintado y esa hechura la hace más alta, la hace más baja, la hace más menuda, la hace más corpulenta, parece una modelo de Vogue propiamente. Igualita, igualita… Y vos, Pablo, por favor volvé, o mándame a decir dónde estás, Pablo, para irme con vos a cambiar el mundo a tu manera, como vos quieras, porque las mujeres, por amor, a veces también decidimos casarnos y seguir al hombre como doña Ximena al Cid Campeador. Y abro el diario y ahí está tu foto, cuatro por cuatro, de frente, una foto de cuando todavía podías gritar y apretarme contra vos y maldecirnos y reírte diciéndome burguesita querida y veinticuatro años, Pablo, y tu apellido, no sé por qué parte del cuerpo te entraron las balas y se te escapó el aliento, pero te llevo conmigo por las calles y le pregunto al cartero si no hay una carta para mí y venís hacia acá, siempre caminando hacia acá, hacia este corazón de filigrana que quedó del corazón entero y cursi. Corazón filigrana sin custodia de ángeles, que no podrá zurcirse más que con pan para los hambrientos y golondrinas en vez de fusiles. 


[Tengo que aclarar que no había oído hablar de este cuento hasta el día de hoy, ni tampoco a su autora, así es como una se da cuenta que nunca leyó, conoció, ni escuchó demasiado, ni lo suficiente como quisiera. Tuve la suerte de leerlo y emocionarme mucho, y me tomé el atrevimiento de compartirlo ni bien pude. Entonces, me queda decirles que lo disfruten, y además dejo la wiki-historia de ésta mujer cuyo talento para escribir era maravilloso http://es.wikipedia.org/wiki/Poldy_Bird